En general los intelectuales no tienen hoy, una mirada esperanzada sobre el mundo de nuestros días. Usted es un hombre de ciencia, un biólogo conocido mundialmente por sus trabajos, pero además ha incursionado permanentemente en los temas educativos, en los del conocimiento, en los sociales e incluso en temas políticos. ¿Cuál es su visión sobre nuestro mundo de hoy?
Según mi mirada, vivimos una cultura altamente centrada en el desarrollo tecnológico, la búsqueda del éxito individual y social en un ámbito de competencia, desconfianza y control. Esta conducta, esta actitud cultural genera dolor, sufrimiento e incertidumbre en el quehacer relacional, cotidiano y profesional. Nosotros pensamos que la ampliación de nuestro entendimiento del vivir humano entrega una capacidad reflexiva y de acción relacional que libera el alma, la inteligencia y la creatividad, del peso y oscurecimiento emocional del dolor y de la incertidumbre cultural que padecemos.
Su mirada se vincula, por un lado, con el concepto del fenómeno biológico y, por otro, con el fenómeno cultural que tiene que ver con la historia.
Se trata de miradas al espacio del dolor y del sufrimiento que nuestra cultura genera. Entonces, nuestra tarea en el Instituto de Formación Matríztica, que surgió como un centro de estudio y formación en la Biología del Conocer y del Amor, es enseñar las características de lo humano, del hombre, entendiéndolo como un ser biológico y como un ser cultural, y sobre todo conocer los fundamentos biológicos vinculados con la naturaleza de los seres que somos. Y ver su origen, no en un sentido solamente antropológico sino también biológico. Preguntarnos cómo surge lo humano, cómo los seres humanos somos seres amorosos, aunque cultivemos la agresión y muchas otras cosas negativas, pero en el fondo, si urgueteamos en ese fondo, vamos a encontrar que allí, en todo ser humano, se da siempre una posibilidad de lo amoroso, de ver al otro o a los otros, como seres vivos -se trate de seres humanos, de animales o de plantas- en su legitimidad.
¿Vale decir que yo genero y soy responsable del mundo que vivo?
Así es. Pero además, el mundo que yo vivo, el mundo que usted vive, es con otro porque el lenguaje surge en las conversaciones, en el dar ciertas cosas junto con otros. Entonces aparecen una visión y un entendimiento de la convivencia que no pretenden tener una validez trascendente, pero que tienen la validez responsable de lo que uno quiere hacer en el bienestar de un convivir de mutuo respeto. Eso es lo que tiene de notable el mundo de convivencia fundado en ese mutuo respeto, en la colaboración que no requiere una verdad trascendente. Y eso es lo queremos por nuestra biología, por la clase de seres que somos.
También nos interesaría conocer su opinión acerca de la cuestión social y de la pobreza, en este mundo en el cual siguen creciendo la población, el hambre, las enfermedades, la mortalidad infantil, las migraciones…
Yo creo que una cultura o una convivencia con población de crecimiento continuo es inevitablemente generadora de pobreza. La pobreza aparece cuando uno extrae de su entorno con más rapidez que lo que el entorno repone. Si la población se duplicara y se duplicara también la circunstancia adecuada para vivir, podría no haber pobreza, pero eso no pasa porque los ritmos de crecimiento son distintos. Además podría ocurrir que se equiparase el ritmo, pero que en lugar de una justa distribución hubiese acumulación, y esto último rompería la equiparación de los ritmos. Vale decir que la riqueza global puede producirse, pero el tema es quiénes la acaparan. Entonces, la pobreza, básicamente se genera porque parece que no queremos aceptar la relación entre el crecimiento poblacional y lo que el medio produce, más la relación entre lo que el medio produce y lo que se le quita. También se conserva de algún modo la pobreza por la solidaridad, por el altruismo, por la beneficencia, que son meros paliativos, que no destierran la pobreza, y sólo tranquilizan la conciencia de los donantes. Lo que destierra la pobreza es la educación, el trabajo digno, la acción concreta que permita salir de ella. Creo que el tema del crecimiento de la población es el más importante de todos, porque frente a una población creciente no hay posibilidad de que el entorno entregue todo lo que ese crecimiento demanda, y entonces es inevitable que se genere pobreza.
¿Por qué son tan importantes para usted los temas de la población y de la ecología?
Porque son esencialmente los que permiten tomar conciencia de la marcha hacia una situación catastrófica para la humanidad, pero esto también ha llevado a una insoslayable atención por dichos temas. Y es por eso que la preocupación por la ecología es ahora mucho mayor que hace cincuenta años. Incluso la preocupación por la educación de los niños en el ámbito de la ecología y el cuidado del medio ambiente es también mucho mayor ahora, aunque no siempre tomada con la profundidad con que debiera hacerse, pero está presente. La preocupación por los desechos, por el reciclaje están apareciendo. Y no se trata de una moda.
Usted dijo en una de sus obras que Jesucristo era un gran biólogo. ¿Cómo llegó a dicha conclusión?
Fundamentalmente porque sus referencias eran ecológicas. Toda la prédica de Jesús es una invitación a acabar con la angustia a través del desapego. Como cuando dice, por ejemplo, que hay que ser como niños para entrar en el Reino de Dios, y vivir en la inocencia del presente, en el estar de la armonía con las circunstancias. Decir todo eso era haber comprendido la biología del ser espiritual.
Dos preguntas finales. Pareciera entonces que para encarar a fondo la problemática nacional, la regional e incluso la mundial, habría que partir del amor y de la educación como fundamento básico de nuestras sociedades, que pudiera prepararlas para una vida democrática y no para someterse a dictaduras o tiranías. ¿Es esto así?
Por supuesto, nosotros pensamos que uno tiene que actuar en este cambio para vivirlo dentro de un sistema democrático y no a través de una tiranía. Pero la democracia debo vivirla, no exigirla. Vivirla de tal modo en la forma de comportarme, que se pueda decir que esa es una conducta democrática legítima, y lo interesante es que eso llega a la gente, lo acepta y le gusta, porque se siente reflejada en ella o al menos como modelo de lo que quisiera hacer y cumplir. Pero esto hay que aprender a vivirlo desde niño, porque el niño va a ir transformando sus propias vivencias a través de los adultos que tenga a su lado, y no por lo que le digan sino por lo que vea que hacen y cómo viven esos adultos, que son desde la familia hasta la escuela los fundamentos de su proceso educacional. Entendiendo la educación como una transformación en la convivencia, que comienza desde que el niño llega al mundo, y no a partir de la escuela. Si nosotros queremos que nuestros hijos crezcan como personas éticas, tenemos que conducirnos con ellos como personas éticas, no hay otra forma. Nuestro fundamento como seres amorosos es en realidad la base insoslayable para lograr un vivir ético que debe conservarse en la convivencia.
Entrevista publicada originalmente en el diario argentino La Nación, www.lanacion.com.ar, por Albino Gómez (Buenos Aires, 1928), quien es escritor, periodista y diplomático.
jueves, 22 de noviembre de 2007
LA ECOLOGÍA DEL SER
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