Alguna mente burocrática imaginó, mientras se bañaba, un experimento para la ciudad.
"¿Y si en Guadalajara hay avenidas, y las hay por todas partes, por qué no hacer una más grande, más veloz y más gravemente peligrosa para los peatones?", se preguntó.
Esa mente brillante está en la Secretaría de Vialidad y Transporte. Pero no estamos aquí para saber si se baña en domingo o no. Eso le corresponde al sesuso servidor público y sus hervores.
Lo que nos interesa acá es entender qué sucede con el millón y medio de autos que cada día se mueven en la Zona Metropolitana y cuál es su interacción con esa especie de exiliado de las banquetas y rayas amarillas: el peatón.
Resulta que la Secretaría de nuestro límpido funcionario público está experimentando en Avenida López Mateos con autos y peatones, de modo que la arteria podría convertirse en un rápido viaducto... sólo para bólidos.
El domingo pasado, 23 de septiembre, López Mateos se convirtió en una columna vertebral de semáforos en verde, toda, toditita. Desde la zona de Tlajomulco hasta el Nodo Colón se abrió el paso fluido a vehículos. Ese día los peatones dejaron de existir.
Lo grave aquí no es el experimento urbano en sí, sino la noción con la que funciona la Secretaría de Vialidad, lo que contraviene al Plan Estatal de Desarrollo y la naturaleza misma de la ciudad. Porque hay que recordar que las ciudades están de origen construidas para las personas, no para los autos.
El brillante funcionario de la Secretaría de Vialidad se bañó seguramente otra vez y resolvió, para mitigar las críticas de organismos ciudadanos, darle unos segunditos más al peatón en la zona de Plaza del Sol. Luego salió a la prensa, muy orgullo él, a informar que el tiempo de cruce de 15 segundos para peatones se extendería a 35.
Lo que se concluyó fue concederle tiempo al de a pie, aunque a fuerzas. Otorgarle segundos, dárselos, como si las manecillas del peatón no fueran suyas de sí.
Este regalito bien preciso y disertado en la mente de los funcionarios de Vialidad es una cacheta con guante blanco para quienes no tienen automóvil o quieren, simplemente, cruzar López Mateos a pie.
Las preguntas sobre la medida que se tratará de implementar son varias. Y absurdas, quizá.
¿El tiempo-peatón tiene que suceder en función del tiempo-auto? ¿Bastan 35 segundos? ¿Y si el experimento sesudo fuera al revés? ¿Y si los domingos López Mateos no fuera un viaducto, sino un “peaducto”? ¿Y si los funcionarios disertaran en sentido contrario y le dijeran a los miles de automovilistas: “Vamos haciendo de López Mateos una avenida exclusiva para bicicletas, personas y transporte público. No se aceptan autos”?
¿Qué sucedería?
viernes, 28 de septiembre de 2007
¿Y SI FUERA AL REVÉS?
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